El comercio de niños
es también un hecho, pero más complejo y menos conocido. Cubre realidades múltiples:
desde los niños sudaneses esclavizados por milicias étnicas o islámicas, con
apoyo del ejército, para debilitar a las etnias que luchan contra el gobierno o
como represalia contra ellas, hasta las “esposas” de los guerrilleros,
raptadas de sus hogares y asignadas a combatientes de movimientos rebeldes. Están
los niños soldados, que sirven como espías, para el transporte, para detectar
minas y para asegurar toda clase de servicios en los cuerpos armados. También
se les utiliza como carne de cañón. Hay niños que trabajan en explotaciones
agrícolas, en minas, en la elaboración de tapices y de material deportivo, en
el servicio doméstico, en la prostitución, etc.
La raíz más profunda de la esclavitud infantil es la pobreza aplastante
que sufre el continente africano y tantas otras regiones del hemisferio Sur. Más
de tres mil millones de seres humanos viven con menos de dos dólares por día y
mil doscientos millones sobreviven con un dólar y con menos de un dólar por día.
El fenómeno de los niños esclavos parece estar bastante extendido en
Africa Occidental y Central. Se ha avanzado la cifra de 200.000 niños esclavos
en el continente. En África las estadísticas no suelen ser muy precisas y en
casos como el que nos ocupa son difíciles de establecer, entre otras razones
porque el término “niños esclavos” cubre realidades bastante dispares.
Actualmente, existen 218 millones de niños
trabajadores en el mundo con edades comprendidas entre los 5
y los 17 años. Más de la mitad de ellos, unos 126
millones de niños, realizan trabajos peligrosos y unos
8 millones y medio lo hacen en condiciones de esclavitud, atrapados
en las peores formas de trabajo ilegal, degradante y peligroso.
¿Cuál
es nuestra responsabilidad en este asunto y qué podemos hacer? El gobierno británico
ha pedido a las empresas alimenticias de su país que controlen si el cacao que
importan procede de explotaciones agrícolas en las que trabajan niños
esclavos. Esta advertencia es, en sí, muy significativa. Es muy improbable que
haya empresas occidentales que utilicen esta mano de obra. No es tan improbable
que existan inversiones occidentales que se beneficien de ella. Algunas
multinacionales tienen subcontratos con empresas locales que ellas sí utilizan
mano de obra infantil, aunque no corresponda al concepto preciso de esclavitud.
En todo caso somos corporativamente responsables de que la pobreza siga
aumentando a un ritmo aterrador en el hemisferio Sur y particularmente en África.
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